Abandonad toda esperanza

martes, 19 de enero de 2010

No se puede engañar a la muerte

He tenido la oportunidad de ver hace no mucho El destino final 3D, cuarta entrega, y se supone que última -aunque eso se dice tantas veces y se cumple tan pocas que poco significa ya- de una de las sagas del cine de terror reciente por las que un servidor siente más cariño: la que arrancó en el año 2000 con Destino final, de James Wong, escrita por Glen Morgan, Jeffrey Reddick y el propio realizador, y protagonizada por Devon Sawa (El diablo metió la mano) y Ali Larter (de la serie Héroes) a la cabeza de un reparto eminentemente joven.



Creo que mi adoración por esta saga se debe a que me parece uno de los ejemplos más sinceros y directos del cine entendido como espectáculo de feria -no por casualidad en una feria se desarrolla el clímax de la tercera parte-, que al fin y al cabo fue la primera razón de su existencia mucho antes de que llegaran Griffith, Méliès, Eisenstein y Murnau y lo conviertieran en el séptimo arte. Y es que aunque no hago ascos a sagas más comprometidas con nuestra realidad actual como Hostel -a mi parecer, todo sea dicho, muy superior a la más popular de Saw-, me agrada ser testigo de un happening festivalero y gore como los que ofrece cada entrega de la serie que nos ocupa.



Hasta la fecha han sido cuatro entregas, con la curiosidad -me parece que única en la historia del cine- de que las entregas impares estén firmadas siempre por el mismo realizador (el citado Wong, también autor de El único con Jet Li y de la reciente y vapuleada Dragonball Evolution) y las pares por otro (David R. Ellis, responsable de Cellular y la discreta Asylum, y co-director de la exitosa Serpientes en el avión). Y con la particularidad no solo de contar casi siempre lo mismo (nada nuevo en el género, por otra parte), sino de que sus artífices no hacen ni el más mínimo esfuerzo por intentar disimularlo.



Por supuesto, el efecto sorpresa de aquella primera entrega donde, como ocurriera en el caso de El terror llama a su puerta, los personajes tenían nombres que homenajeaban a clásicos de ayer y de hoy del género (Browning, Lewton, Weine, Shreck, Waggner, Hitchcock, Chaney, Murnau, Dreyer...), se ha perdido por el camino. Todavía recuerdo cuando la historia de que la Muerte tomaba el protagonismo y, sin intermediarios, se dedicaba a reclamar a aquellos que se habían librado de ella por los pelos (o lo que es lo mismo, por las dotes adivinatorias del protagonista), sonaba a novedad.



Después, tras una segunda entrega donde la reaparición del personaje de Ali Larter le confería una cierta sensación de continuidad, llegaron la parte tercera y esta cuarta, que como decía se limitan a contar lo mismo una y otra vez... pero, ay, de una forma tan entretenida que me resulta muy difícil ponerle alguna pega: muy pocas veces veremos muertes no ya sangrientas y efectistas (que también, y esta cuarta parte tiene por arrobas), sino sorprendentes, y no por inesperadas -todo lo contrario-, sino por retorcidas y estrambóticas. Después de ver una entrega de Destino final, hasta el objeto más cotidiano nos parece un arma mortal, y cualquier situación, por banal y cotidiana que sea, se nos antoja un campo de minas en potencia.



Volviendo a esta cuarta parte, decir que el efecto 3D era el principal reclamo de cara a la taquilla, como en su día ocurrió con la tercera de Viernes 13 o, más recientemente, con San Valentín sangriento o la inédita Scar 3D (el Avatar de James Cameron es otro cantar, claro). Pero, una vez perdido el efecto en un pase televisivo, la película se aguanta muy bien como lo que es: un divertimento de apenas 80 minutos sin más pretensión que hacer pasar un buen rato. Y créanme que, al menos con un servidor, lo consigue con creces.



Ahora solo queda esperar a que llegue, diga lo que diga la productora, una quinta entrega -firmada por James Wong, claro está-... y que siga la fiesta. Mientras tanto, les dejo con los cuatro carteles de la saga hasta el momento:







1 comentario:

Rash dijo...

La primera parte fue gloriosa, y el verla justo antes de un vuelo, muy recomendable para que se quedase grabada.


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